El púlpito es un lugar añorado por muchos que están sentados en las bancas del templo. Es que la figura del predicador descuella y resalta entre todos y se constituye en el punto focal hacia el cual van dirigidas las miradas de los feligreses. Entre estos no deja de haber aquellos que suspiran dentro de sí, diciéndose internamente: “¡Ah, si yo fuera el que estuviera allí!”.
Muchos no se dan cuenta de todas las implicaciones que tiene el uso de ese lugar preponderante en el templo. Esto no quiere decir que la plataforma y el púlpito tengan un carácter más sagrado que el resto del local. Realmente lo que hace santo al templo es la presencia de Jesucristo, que se hace presente cuando la Iglesia se reúne para adorar a Dios. Él está presente, satura el lugar, de tal forma que no queda un rincón donde su presencia no se deje sentir cuando hay una Iglesia adorando.
Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que el púlpito, por el uso que le damos, se torna en un lugar diferente, por lo que, el que lo usa debe ser diferente. Cuando estamos detrás del púlpito y frente a una congregación, solo dos ojos miran la multitud, mientras que una multitud de ojos miran a uno solo.
Esto nos revela que el que usa el púlpito está expuesto a la mirada escrutadora de una multitud de ojos; expuesto a una multitud de oídos que escuchan, a una multitud de mentes que analizan cada palabra, a cada gesto del predicador. No hay escape.
Es necesario, pues, reflexionar sobre esto y que entendamos, pues, cuál es nuestra responsabilidad y actitud en ese lugar. Esto es lo que haremos a lo largo de esta serie de artículos que estaremos enviando y publicando.
© Luis E. Llanes. Ministerio Luz y Verdad. Puerto Madryn, Chubut, Rep. Argentina. 2008. Editado por: Alba Llanes. EDICI. Rancho Cucamonga, California, EE.UU. 2008.
1 comentario:
EXCELENTES TEMAS HERMANO
BENDICIONES
ATTE.
LUIS E. ALVARADO
Publicar un comentario